Intolerancia a la lactosa


Al nacer todos los mamíferos disponemos de enzima lactasa. Esta enzima es imprescindible para digerir la lactosa que es, por decirlo de una manera simple, el ingrediente que da el sabor dulce a la leche. Si no dispusiéramos de enzima lactasa la digestión de los lácteos sería muy complicada, por no decir imposible. De hecho padeceríamos dolores intestinales, gases y en casos extremos fiebre, malestar general e incluso la muerte. 

En la prehistoria los recién nacidos que carecían por completo de enzima lactasa estaban irremediablemente condenados a muerte porque la leche materna posee lactosa. 

La mayoría de los mamíferos pierde la capacidad de sintetizar enzima lactasa a los pocos meses o años de vida. A partir de ese momento, puesto que ya no recibe leche de la madre, no es necesario seguir sintetizando enzima lactasa. 

Tres cuartas partes de la población humana mundial sigue este patrón. Muchas poblaciones de África, Asia y América no pueden consumir leche o productos lácteos una vez pasada la infancia, llegando a enfermar severamente en caso de hacerlo. 

Los europeos sufrieron una mutación hacia el 6.000 antes de Cristo, probablemente en una zona al norte de los Balcanes, que les permitió sintetizar la enzima lactasa en edades adultas, posibilitando que se alimentaran de leche fuera cual fuera su edad. Ya no lo iban a hacer de leche materna, pero descubrieron que podían beber la leche procedente de las hembras de otros animales.

Este cambio evolutivo fue positivo en aquellas zonas donde el acceso a determinadas vitaminas y al calcio a través de la fruta y verdura no era fácil. En otras, sobretodo del sur de Europa, no fue tan decisivo y de hecho si los europeos del sur pueden consumir leche es más debido al aporte genético de las emigraciones de poblaciones centroeuropeas que a una necesidad nutricional. 

La intolerancia alimentaria – dentro de la cual se engloba la intolerancia a la lactosa - signfica que el individuo no es capaz de metabolizar un determinado alimento o substancia del mismo, generalmente por la ausencia de una enzima. Incluso entre los humanos a los que genéticamente se les supone la presencia de enzima lactasa la leche suele dar problemas. 

A partir de los 25 años la síntesis de dicha enzima disminuye y puede aparecer intolerancia a edades muy avanzadas aunque hasta ese momento se digería la leche sin problemas. También ocurre durante la niñez y como se ha comentado anteriormente, algunos nacen con una carencia total de dicha enzima (lo cual hubiera sido un problema mortal hace años mientras que en la actualidad se pueden preparar sustitutos sin problemas). 

Tener intolerancia a la lactosa no es un gran problema. Como hemos dicho miles de millones de seres humanos carecen de la misma y se les ve tan felices. Obtienen las vitaminas y el calcio de otros alimentos y no presentan carencias nutricionales. La leche de vaca es por tanto un alimento prescindible. Si hace miles de años se presentó dicha mutación fue porque en aquellas poblaciones al norte de los Balcanes la economía era predominantemente ganadera y alimentarse con un subproducto como la leche que daban las vacas a sus terneros constituía una ventaja evolutiva. 

El problema sobretodo en Occidente es doble : por un lado una infinita cantidad de productos contienen leche, muchos de ellos impensables. Limpiar de proteínas de leche todos los productos que se venden sería una tarea titánica. Por otro lado tenemos una industria muy potente que crea constantemente nuevos alimentos donde la leche es un ingrediente esencial. Luchar contra dicha industria es otra tarea aún más compleja. Así que los intolerantes a la lactosa lo tienen muy difícil. O se van a vivir al Lejano Oriente o tratan de adaptarse lo mejor posible a las circunstancias. 

Los intolerantes disponen de leche sin lactosa o pueden consumir substancias similares de origen vegetal. Cuando adquieren cualquier alimento deben leer con cuidado los ingredientes y si acuden a un restaurante pueden tomar unas pastillas que incorporan la enzima lactasa y las cuales mitigarán los efectos adversos de ingredientes lácteos inesperados. 

Los niños inapetentes que además presentan intolerancias alimentarias no poseen problemas diferentes de los inapetentes que aceptan todo tipo de alimento (es un decir lo de que aceptan “todo tipo de alimento”, por supuesto). Son los progenitores los encargados de vigilar que en la dieta del menor no se deslice un ingrediente perjudicial, pero por regla general la intolerancia no suele ser causa de la inapetencia ya que los síntomas que puede provocar – salvo excepciones – no provocan situaciones graves en el menor, algo que sí puede ocurrir con las alergias. 

Sí puede suceder que si no se detecta la causa de la intolerancia, o que ni siquiera se sepa que es de tipo alimentario, pueda provocar una inapetencia transitoria debido a que el niño de forma consciente o inconsciente – y con toda la razón – detecta que al comer se siente mal. De nuevo son los progenitores los que deben vigilar los síntomas y acudir al especialista lo antes posible. 

Un caso especial : intolerancia a la lactosa en bebés lactantes 

No se puede hacer nada para evitar que la leche materna tenga lactosa. De hecho es un componente esencial de la misma siendo absolutamente necesaria para el bebé. Si el bebé lactante presenta intolerancia a la lactosa no puede ser primaria ya que ésta aparece en etapas tardías de la vida, no cuando se es recién nacido. Posiblemente se trate de una intolerancia secundaria que se manifiesta tras una diarrea, gastroenteritis u otra alteración del intestino. Dichas alteraciones disminuyen la producción de enzima lactasa tratándose de un trastorno pasajero. Por tanto la madre seguramente será aconsejada por el pediatra que no deje de dar el pecho, o lo haga mientras se soluciona el problema, ya que el bebé pronto se recuperará y la leche materna será de hecho el mejor aliado para dicha recuperación. 

No obstante si el bebé padece galactosemia, una enfermedad congénita de origen genético, en efecto no podrá tomar leche materna ni ninguna otra que contenga lactosa. Afortunadamente es una enfermedad con escasa incidencia. En el caso de que el bebé por causa de una enfermedad rechace tomar leche materna y no tenga otra fuente de suministro alimentario sufrirá una anorexia que debe ser estrictamente controlada y supervisada por el pediatra. 

Otra causa de rechazo de la leche materna se puede producir por la presencia de alergenos de cualquier tipo (frutos secos, leche de vaca etc) en la leche materna, es decir, que el bebé sufrirá una alergia inducida por la madre (de manera inconsciente, por supuesto). En este caso se debe eliminar el alergeno que está consumiendo la madre, tal y como se verá en el siguie

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